¿Qué tienen en común Roger Bannister, Hicham El Guerrouj y Yomif Kejelcha? De no haber sido porque rompieron todos los parámetros de su tiempo en carreras de milla, los tres son extemporáneos uno de otro y más allá de sus parecidos en estatura, presumiblemente poco tienen en común en cuanto a fisiología, biomecánica o componentes socio culturales. De tres partes del mundo diametralmente lejanas, ninguno de los tres produjo en sus primeros pasos un entusiasmo rutilante. En el ocaso de su carrera (se retiró a los 25 años), Bannister se convertiría en el primer ser humano en correr una milla en menos de cuatro minutos, mientras que el El Guerrouj lograría los récords mundiales en 1500m y la milla, además de -entre muchas cosas- un doble oro olímpico. De Kejelcha, la estrella del último fin de semana, hablaremos más adelante.
Roger Bannister, que murió en 2018 a la edad de 88 años en su apartamento en Oxford, Inglaterra, cruzó los cien kilómetros que separaban esa ciudad de Londres en tren, después de una de sus cotidianas jornadas de trabajo como becario del hospital St. Marys de la capital británica, donde años después se recibió de neurólogo. Desgarbado, de 1,87m, con entrenamientos que no pasaban de los ochenta kilómetros semanales y zapatos con clavos que apenas -y nada menos- cumplían con la función de brindarle agarrare, Sir Roger quebraba el 6 de mayo de 1954 la barrera de los cuatro minutos en la milla (1609m) sobre una pista de ceniza. Ese día, con Chris Basher y Chris Chataway haciéndole de liebres, el británico ejecutó 3:59.4 para completar una milla que quedaría marcada en la eternidad. Más de sesenta años después, un 6 de mayo pero de 2017, Nike y su proyecto Breaking2 con Eliud Kipchoge quedaban a veinticinco segundos de consumar la hazaña de correr un maratón por debajo de las dos horas. Ambas pueden parecer incomparables por su distancia una de otra. Sin embargo, para su tiempo resultaron -y resultan- trascendentales y difíciles de mensurar. Gestas que dan cuenta del avance del ser humano en el campo de la ciencia y del entorno aplicado al rendimiento.

En el caso de Roger Bannister, observando la hazaña con el prisma de estos tiempos, aquello pudo haber parecido más algo azaroso producto del tremendo empeño y amor propio de su ejecutor, pero lo cierto es que atletas de elite que entrenaran doble turno (por no volver a mencionar el caso de Bannister, que trabajaba jornadas completas en un hospital) por aquellos tiempos era una rareza, ni que hablar de la tecnología casi nula. Para el caso de Breaking2, las ventajas deportivas con que contó Eliud Kipchoge (Un Tesla marcando el paso de punta durante toda la prueba, las liebres en V para cortar el viento, la elección del circuito de Monza sobre nivel del mar a alta presión atmosférica y las tan discutidas zapatillas Vaporfly, por sólo mencionar algunas) quedaron eclipsadas por la capacidad aeróbica pero sobre todo mental del campeón olímpico de maratón, que ejecutó parciales impensados hace cincuenta años atrás para terminar corriendo a un promedio de 2:51/km para cerrar ese maratón en 2:00:25.
Veintidós años ostentó Hicham El Guerrouj el récord mundial en milla cubierta, que era de 3:48:45. A mediados de febrero, el gran príncipe marroquí lo conservó por apenas una centésima, cuando en la cita anual de Millrose Games, Yomif Kejelcha paró su crono en 3:48.46. Entrenado por el controvertido Alberto Salazar (ganador tres veces del maratón de nueva York a comienzos de los 80′) en el Oregon Project, el etíope de 21 años venía de ser maldito en las pruebas que había corrido este año: se quedó por poco en las puertas en Nueva York y una semana después, en los 1500m de Birmingham, perdió con Samuel Tefera, que además le arrebató el récord a El Guerrouj en esa distancia (3:31.04). Sin embargo, después de aquella centésima más producto de lo esquivo de su destino que de su performance, a Kejelcha se lo notó confiado y con ganas de volver a intentarlo. Alberto anunció que sería el 3 de marzo, esta vez en el Bruce Lehane Invitational en la pista de Boston University.
El resultado de ese nuevo intento fue demoledor y Yomif Kejelcha, campeón mundial indoor en tres mil metros, quebró la marca en milla indoor por más de un segundo (1.44, para ser exactos) con 3:47.01 y parciales de 27.78 y 28.48 para sus últimas dos vueltas de doscientos metros (que le dio un paso por el 1500 en 3:31.25, segunda mejor marca de la historia en esa distancia). Un no-nacido en Africa, Johnny Gregorek, se ubicó séptimo en la lista all-time de milleros en pista cubierta (segundo estadounidense después del nacionalizado Bernard Lagat), cubriendo la distancia en 3:49.48. El golpe de efecto, independientemente del hecho de haber superado récords tan añejos, implica una refundación -una más- de un atletismo necesitado de figuras más mediáticas y espontáneas en busca de nuevos públicos, en momentos donde otros deportes impulsados por la universalización no paran de crecer en distintos mercados. Pero lo más atrapante, fuera del baile a modo de final de Kejelcha al enterarse de su récord del mundo -contrastando con la fría reacción de Tefera en Birmingham luego del suyo-, es la evolución de performances minuciosamente planificadas, desde los pacers hasta la difusión en redes (del intento de Kejelcha la productora ElevationOm hasta hizo un cortometraje).
Nadie podrá negar que el sentido de Breaking2, más allá de las Vaporfly, tiene valor por sí mismo en el hecho de poder correr sin parar cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros debajo de dos horas, o que un chico que apenas pronuncia palabra en inglés y es entrenado por el sistema más sofisticado del mundo rebaje un récord mundial de 1997. Por caso, algunos threads están empezando a poner en discusión la pista de BU (Boston University, por sus siglas en inglés), una pista de madera, con menos inclinación en los giros, lo que reduce la fuerza centrípeta al doblar brindándole al corredor mayor continuidad y estabilidad en cada vuelta. Lo cierto es que, amparados por el avance científico o no en las distintas disciplinas, todos y cada uno de ellos -los Bannister, los Kipchoge o los Kejelcha- están cortados por la misma tijera que se encargó y se encarga de re-configurar la historia moderna. Independientemente de los componentes genéticos, los entornos sociales o los factores biomecánicos y fisiológicos, la mente continúa empujando al ser humano a límites insospechados.
