De no ser porque Eliud Kipchoge impactó al mundo este sábado al cubrir la distancia de maratón en menos de dos horas, Brigid Kosgei monopolizaría los headliners de los portales de noticias deportivas del planeta durante varios días. La keniata, que había ganado el maratón de Londres este año, ganó este domingo en Chicago y destrozó el récord mundial de Paula Radcliffe, que acababa de cumplir justamente el 13 de octubre 16 años en lo más alto de las tablas. Kosgei paró su reloj en 2:14:04.

Kosgei, que repitió victoria en Chicago (fue la ganadora en 2018), había avisado durante la conferencia de prensa de presentación que estaba en buena forma para atacar el récord de circuito, que estaba en manos también de Radcliffe, que a su vez fuera récord del mundo en 2002. Kosgei, dueña de las six stars de las World Marathon Majors, ejecutó parciales de 15:28 para los 5 km, 31:28 para los 10 km y 1:06:59 en medio maratón. Su promedio de ritmo por kilómetro fue de 3:11 y la distancia con su inmediata competidora no fue exigua: le sacó más de seis minutos a la etíope Ababel Yeshaneh, que cronometró 2:20:51.
Para dimensionar la proeza de Brigid Kosgei, en una carrera mano a mano con Paula Radcliffe le habría sacado, hoy, más de un minuto. Rebaja además en más de tres minutos el hasta hoy segundo mejor tiempo de la historia, las 2:17:01 de Mary Keitany en Londres. Además, lo de Kosgei tiene algo de simbólico muy fuerte. A diferencia del campo masculino, donde el récord mundial no paró de evolucionar: la meseta más grande de los últimos veinte años ocurrió entre 2014 y 2018, entre Kimetto y Kipchoge. En el mismo periodo, en las mujeres, desde 2003 que nadie había corrido más fuerte el maratón que Paula Radcliffe, que capturó el récord después de una seguidilla de un record que no paraba de evolucionar desde 1998. La última dueña del WR antes de Radcliffe, que lo bajó dos años consecutivos, fue Catherine Ndereba. Dieciocho años después, ese récord mundial vuelve a Kenia y después de diecisiete regresa a Chicago, que había perdido cierto protagonismo entre los maratones más rápidos del mundo.

La conquista, también, tiene algo de justicia poética, ocurriendo el mismo fin de semana del hito de Kipchoge en INEOS 1:59. En perspectiva, lo de Kosgei tiene igual o mayor mérito que lo de Eliud, en su concepción tiene algo de similar y también de diferente. Será homologada pero también contó con liebres la mayor parte de carrera, sin mencionar con detalle el uso de las zapatillas Nike que tanto se han instalado como centro de cada debate. Eso sí, ambas rompen una barrera igual de impenetrable y abren nuevas fronteras en el maratón, sin distinción de género. La diferencia es evidente y hay una luz a favor de Brigid Kosgei: aún con ventajas (para ser justos, podríamos discutir la presencia de las zapatillas en todos lados), su carrera será homologable y corrió prácticamente sola durante los últimos diez kilómetros. Lo de Kipchoge fue y será concebido como un experimento que no por eso prescinde de sus características de mitológico.
Brigid Kosgei se suma al tren de las actuaciones superlativas en un año que ha visto nuevos récords mundiales tanto en la pista como en la calle. Lejos de discutir sobre las condiciones actuales que favorecen esas performances, creo que el uso de zapatillas que mejoren notablemente el rendimiento, o de liebres que lo faciliten y también de estadios que permitan el uso de refrigeración (ventiladores) especiales, tiene que ver más con la apertura de un nuevo tiempo que inevitablemente acompaña épocas de innovación asombrosa. Lo que se podría revisar y debatir, sin embargo, son nuevas reglas acordes a ese salto cualitativo e inevitable para saber -o no- cuáles son los límites.