Lo que en las primeras horas del viernes se transformó en un airado reclamo por parte de los deportistas y las deportistas de Argentina hacia el ENARD, el domingo finalmente tuvo final feliz. En una decisión unánime, con pocos argumentos y falta de claridad y transparencia (“sin nivel técnico”; “imposibilidad de conseguir vuelos en el contexto sanitario”), el ente que regula la ayuda económica al deporte argentino dejó sin viaje a 35 atletas que originalmente formaban parte de la delegación que iba al Sudamericano, imposibilitándolos de participar del Campeonato Sudamericano representando al país, con todo el daño que eso ocasiona tanto en la salud física como mental de los atletas, que desde hace un mes no solo tienen que manejar la incertidumbre sobre la realización del Sudamericano, sino que ahora se les agregó el estrés de tener que salir a recaudar plata. Como compensación a esa decisión unilateral y tomada de los pelos, insisto, a menos de una semana de viajar, el ENARD le aseguró la participación a una delegación reducida de quince atletas, aquellos con posibilidades más concretas de clasificarse a Tokio. Hace algunos días, el ENARD, que maneja un presupuesto millonario, depende del Ministerio de Turismo y Deporte de la Nación y básicamente funciona como una especie de ente autárquico que recibe contribuciones del estado para repartir entre los deportistas de elite mediante becas por objetivos, le había confirmado esos vuelos a los atletas, según se desprende de las declaraciones de los propios deportistas que si bien tienen difícil la clasificación a Tokio, iban en búsqueda de medallas que les aseguraran el apoyo económico. Semejante decisión del ente, tomada y -mal- comunicada a cuatro días de viajar y en un contexto complicado que acarrea antecedentes complejos en el último tiempo (por empezar, la baja de la localía del sudamericano en Buenos Aires), no es un error no forzado o aislado, es producto de un sistema corrupto y corrompido por generaciones de dirigentes que, salvo excepciones, nunca estuvieron a la altura de lo que el deporte es o debería ser en cualquier parte: una base formativa, el principio de cualquier pirámide de crecimiento, la herramienta educativa más certera y empoderadora para el progreso. Basta con leer cada semana distintos escándalos que no tienen tanta repercusión, en los que los deportistas se quedan sin el apoyo por cuestiones casi caprichosas.
Por su parte, la CADA (Confederación Argentina de Atletismo) aseguró que fue inconsulta en la toma de la decisión, mientras que de parte del ENARD aseguraron que la CADA sabía de la decisión y que fueron ellos (por los dirigentes de la federación) quienes les prometieron a los deportistas que su participación estaba asegurada. En medio de las acusaciones cruzadas, los atletas, huérfanos hasta ese momento de la competencia, empezaron a generar tanto ruido (con Florencia Lamboglia como abanderada) a través de sus redes y de los medios, que hicieron eco en Santiago Maratea, un influencer argentino que se dedica a recaudar fondos para distintas causas sociales con impacto mediático. Desde entonces, las horas de pesimismo se fueron transformando en optimismo generalizado, con cientos de miles de personas viralizando la cuenta para juntar plata y las métricas con vistas al objetivo, mensajes alentadores en redes sociales y repercusiones fuera del ámbito del deporte. Lo que sucedió el domingo, insisto, no es algo aislado, es un conflicto que excede a un Sudamericano, que tiene años de denuncias cruzadas entre confederaciones y ENARD pero sobre todo el reclamo de los deportistas por los continuos destratos del ente y sus políticas (que exceden los gobiernos de turno). Lo que debía ser la antesala de un momento mesurado, mientras Argentina está en un laberíntico escenario con miles de muertos y contagios por la pandemia, pasó a ser una especie de show en el que la razón le dejó paso a la pasión y a la euforia, más allá de quien tuviera razón. El resultado de la meritocracia en el deporte argentino (el ENARD entrega becas sólo al final del eslabón de la cadena, cuando el deportista gana una medalla, en vez de apoyarlo en sus inicios), en la que lamentablemente por necesidad también están metidos en mayor o menor medida los deportistas y sobre todo sus entrenadores, produjo el último capítulo de un show perverso en el que siempre, a la larga, termina perdiendo el deporte en su conjunto y en alguna medida todos los que pretendemos hacer que crezca desde nuestros humildes lugares.
En el caso puntual del Sudamericano, gracias al aporte de Maratea y de los millones que depositaron su dinero en la cuenta, pero sobre todo gracias a los y las deportistas y a la difusión que se generó, finalmente esa escena terminó con final feliz, aunque la trama narrativa sea un poco más intrincada. Después de todo el tironeo del fin de semana entre la CADA y el ENARD, que en vez de unirse para dar una solución en equipo y encontrar la manera de potenciar la ayuda de Maratea y compañía estuvieron más preocupados en limpiar su nombre, finalmente el influencer consiguió los fondos y junto a la Confederación gestionaron el vuelo charter que depositará a la delegación completa, con 50 deportistas, un kinesiólogo y un fotógrafo pero, llamativamente y todavía sin explicaciones, sin los entrenadores oficiales designados. Que no pase desapercibido: semejante discusión entre ambos, ente y confederación, expone una vez más la mala política, la política barata. Al mensaje final lo publicó precisamente la CADA, una confederación centenaria otrora prestigiosa y pretenciosa de poner al atletismo al tope del deporte, que después de días de silencio y letargo, emitió un comunicado en su cuenta de Instagram con sólo una foto, la de Maratea, aludiendo al joven en su título como “El gran posibilitador”. A los deportistas, que hasta hace días por acción u omisión ninguneó metiéndose en el barro en vez de contribuir a aclarar la situación y ofrecerles una solución digna, apenas un párrafo por “el empuje que generaron”, pero no mucho más. Para la CADA, la estrella fue y es Maratea a quien, con todo respeto, felicito y admiro por la iniciativa, pero que no me impide intentar ver más allá del asunto.
Que el árbol no tape el bosque, nuestro deporte argentino está en serios problemas desde hace tiempo y no hay ni cien Marateas que puedan salvarlo. En cambio, tiene héroes (en este caso, los deportistas y el propio Maratea son esos héroes, potenciados por el clamor popular) que cada tanto intentan aportar sentido a una causa abordada más desde lo sintético que desde lo complejo. El conflicto terminó, los deportistas irán a representar al país al Sudamericano, harán su trabajo y eso, para ellos, es suficiente. Nosotros, o al menos quienes intentamos siempre entrever la verdad o indagar sobre ella, apenas nos quedamos con pos verdades y nada cierto, sin saber si el problema fue sólo del ENARD o hay más responsables, si el error fue sólo de comunicación o hubo algo más, si detrás de la pelea CADA-ENARD hay en verdad una feroz interna política. Nuestra bandera y todo lo que se pone en juego con ella, en este caso el esfuerzo, la consistencia y la ilusión de los y las deportistas, merece algo más que acusaciones falsas y engañosas, más que comunicados fríos y despectivos que manosean los principios, al principio y al final de un show que rozó la épica, pero también desnudó una vez más nuestros problemas para ser una sociedad seria. Nuestra bandera no lo merece.
